miércoles, 17 de julio de 2013

Trabajo Especial de William Ojeda García: Nicaragua, La Guerra Insólita (fotos)

La insurrección popular de aquel 19 de julio de 1979, a pesar de la carga del lamentable saldo, sembró una nueva esperanza para ese martirizado país centroamericano que había soportado 50 largos años de una brutal dictadura que provoco la rebeldía popular.
Rebeldía que broto ante la impotencia y la negación de todo derecho a un pueblo humillado justifico aquel desenlace armado que tuvo como prologo varias décadas de enfrentamientos Los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional hicieron suya esa lucha respaldada por sectores populares oprimidos y burlados por el régimen que desconoció todo signo de derechos humanos.
El pueblo con su juventud despertó como un huracán en la tierra de Rubén Darío y ese amanecer glorioso de julio la luz de la libertad asomaba un nuevo sendero vislumbrando el ensanchamiento de un panorama lleno de anhelos y sueños postrados por la barbarie de la bota militar. A más de tres décadas evocamos el recuerdo de aquellos hechos que marcaron un hito en la historia política contemporánea en Latinoamérica. Lo hacemos con el alto respeto que merece el hermano pueblo de Nicaragua, sin inminiscuirnos en valoración alguna de tendencia, credo, simpatía o pensamiento, sin dejar de sentir solidaridad por los que sufren.
Si hubiese existido una democracia verdadera, con elecciones limpias, un sistema de respeto a las libertades y dignidad humana, sin hambre, sin pobreza, sin exclusión, sin asesinatos ni secuestros, sin robos ni torturas, sin intervencionismos, sin entrega, sin miseria, sin tantos derechos secuestrados y sin la presencia insolente de rapiñas extranjeras imperialistas que, como tábanos, succionaban las riquezas de ese país, tal vez la tragedia se pudo evitar. Aquella guerra insólita provocada por la dictadura de los Somoza y las otras que la antecedieron, hizo que el pueblo se levantara en puño para dar la bofetada final al régimen genocida.
Atrás habían quedado las víctimas de la violencia loca del gobierno opresor ante la cruenta decisión del pueblo en ponerle punto final a la triste luctuosa historia y comenzar a construir un destino propio con valores y dignidad. Las atrocidades del autoritarismo eran apoyadas por los sectores reaccionarios, dentro y fuera de Nicaragua. Y, como de costumbre, la reacción del gobierno norteamericano ante tanto abuso en muchos años de oprobio, era de “comprensión” Y comprender a su manera la violencia indiscriminada significo justificarla y por tanto aprobarla, apoyarla y asistirla como obscenamente lo hicieron sin importarles la masacre, el dolor y llanto de tanta gente. Era, como siempre, la doble moral, el discurso vano, hipócrita, la posición cobarde, el gesto criminal de ese estado dominante que apoyaba al régimen de los verdugos.
Lo hizo a lo largo de cincuenta años de la última dictadura aunque siempre se caracterizaron por imponer regímenes a la fuerza, colocar a su antojo presidentes y toda una estructura de Estado forajido cuyo componente, conformado por la rancia godorria nicaragüense solo servía de arlequines a sus intereses particulares y ,por tanto, valoraba cada bombardeo, las torturas, los fusilamientos, las degollaciones, las desapariciones y todas las atrocidades increíbles , incluyendo la incineración de hombres, y mujeres vivos, que se le ocurría a la dictadura convirtiéndose en sus inseparables cómplices que ya habían ensangrentado sus manos con el asesinato de Augusto Cesar Sandino en febrero de 1934.. Los gringos junto a los somocistas exhibían sus fuerzas sobre tantas muertes, sobre niños, mujeres y ancianos inocentes, la mismas sátrapas y organismos internacionales como la OEA y la ONU que demostraron ser auténticos parapetos que nada hicieron para evitar la masacre y esa guerra insólita durante prolongados años.
Aun hay dolor y lagrimas que riegan el suelo de Sandino como la sangre que sirvió de abono trágico a una tierra que no se entrega, que sigue luchando por reivindicarse, en la construcción de una historia limpia. Sin embargo, con el correr del tiempo, hombres, mujeres y hasta niños, siguen como hermanos buscando el sol victorioso que cubra sus anhelos. Aquel pueblo atrapado en su pobreza soñaba una Nicaragua orgullosa, estaba dispuesto a transitar alamedas de dignidad. Abrieron su propio futuro luego de haber caído en el foso de la miseria con el peso de la desgracia monitoreada por los esbirros tradicionales que se adueñaban de pueblos y disponían de vidas. No se registra en memoria alguna, la primera víctima que cayó arrebatada de su vida, de aquella tragedia que enfrento a familias contra familias. Pasaran las horas, los días, los meses y los años pero jamás se olvidaran esos tristes episodios registrados en la mente y en páginas escritas con sangre en la historia nicaragüense.
A la Nicaragua que conocí siete años atrás junto al reportero grafico Wiston Duran cuando el devastador terremoto que hundió a Managua a finales de diciembre de 1972, no se parecía en nada a la Nicaragua de esta guerra absurda que vimos en los días finales del régimen genocida. Recuerdo las palabras de Edén Pastora “El Comandante Cero” en una entrevista para El Nacional en las montañas de Nicaragua:” Iremos hasta el final, hasta ver la luz de la libertad…”.El daño de la dictadura fue peor que el sismo: más de 60 mil muertos y la destrucción total del país. Y al lado de los insurgentes presenciamos la caída de la dictadura de Anastasio Somoza aquella mañana del 19 de julio con la cruenta insurrección popular y vivir el triunfo revolucionario de los muchachos del FSLN. Como reporteros junto a los guerrilleros comandadnos “El Comandante Cero” vimos desvanecer en aquellas horas lo que quedaba del régimen autócrata. La madrugada de ese 19 de julio traía consigo una noticia que estremeció al mundo: ¡el tristemente célebre régimen de Somoza había caído! Y la revolución popular sandinista se consolidaba en toda Nicaragua. Medio siglo sin ver en el rostro de los nicaragüenses la sonrisa de felicidad, por la felicidad que habían ofrendado sus vidas. Aquel amanecer que miles de hombres y mujeres, niños y ancianos, no llegaron a ver. La tragedia de la dictadura militar prepotente había terminado.
Quedaron los recuerdos para la historia, para esa historia insurgente que aún está por escribirse. Dedicamos estas líneas como sentimiento de profunda reflexión y homenaje a quienes tomaron las armas y cayeron combatiendo para hacer respetar sus ideales y derecho a la vida. Porque con todo lo que esa guerra dejo profundas cicatrices, aun sin borrar, esta su mejor lección. Lección para aprender. Que ese ejemplo de rebeldía sirva para que no vuelvan a repetirse ninguna otra tragedia .Que los gobernantes se miren en ese espejo, reivindiquen a los pueblos y a todas y todos aquellos que se quedaron hermanados en la gloria de sus proezas .Los que aun en medio de su asfixia anhelan un destino mejor. A ellos, solo a ellos y a la querida Nicaragua, nuestra admiración y respeto, sentimientos que van con estas líneas en molde del recuerdo que siempre será historia viva, como un gesto de conciencia en el pensamiento amplio por quienes todo lo dieron en aras de la libertad. (Fotografías a colores de Lcda. Sisan Meiselas extraordinaria fotógrafa e investigadora) Cronista-Asesor Cley williansyaracuy@hotmail.com

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