viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi Gloria nació en Mompox (Simón Bolívar)

(Domingo, 27 de Diciembre de 1812)
El 27 de diciembre de 1812 Bolívar llega a la población colombiana de Mompox, donde es aclamado por los lugareños. Esta población pervivió siempre en el recuerdo del Libertador, quien decía que si bien era él un hijo de Caracas, su gloria, en cambio, había nacido en Mompox. Recuérdese que desde allí, con escasísima tropa, voló Bolívar a librar de españoles todo el territorio del Magdalena. Y así comienzo su rutilante carrera militar y política.

sábado, 21 de diciembre de 2013

La Primera Santo Tomé de Guayana

Viernes, 21 de Diciembre de 1595)
El 21 de diciembre de 1595, don Antonio de Berrío funda la ciudad de Santo Tomé de Guayana, origen de la actual Ciudad Bolívar. Esta ciudad estuvo signada por los ataques de los piratas, bien ingleses, bien holandeses.

Al tomar posesión Don Fernando de Berrío, hijo del fundador, restablece la población en un lugar muy cercano al sitio de origen; en 1632 Santo Tomé fue trasladada seis leguas Orinoco abajo de su sitio original, por decisión del Gobernador Diego López de Escobar.
Un nuevo traslado va a ocurrir en 1637, cuando se la muda cerca del río Caroní, con el nombre de ciudad del Santísimo Sacramento y Santo Tomé de Guayana, o también, como figura en algunos documentos, simplemente ciudad del Sacramento de Guayana. Luego, en fecha incierta, Santo Tomé se mudó a orillas del río Usupamo, donde están hoy los Castillos de Guayana. Finalmente, en 1764, Moreno de Mendoza traslada la ciudad al sitio de Angostura, donde se encuentra actualmente Ciudad Bolívar.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Juan Vicente Gómez

(Miércoles, 18 de Diciembre de 1935)
Juan Vicente Gómez
Juan Vicente Gómez, el más activo y eficaz colaborador de Castro, ejerció varias veces la presidencia provisional en las diversas ocasiones en que Castro se separó del gobierno. A fines de 1908, cuando Castro enfermo se ausentó a Europa, Gómez reaccionó contra él, se posesionó definitivamente del mando y se mantuvo en él, directa o indirectamente, por 27 años, hasta diciembre de 1935 fecha de su muerte, a la edad de 78 años. Durante ese largo período gobernó como dictador absoluto de Venezuela. Su gobierno ha sido el más duro y trágico que ha sufrido el país en toda su historia.
Al igual que otros caudillos en el poder, Gómez hizo reformar varias veces la constitución para alargar el período de gobierno y permitir la reelección. Desde 1908 el Congreso lo nombró Presidente Provisional; y luego, sucesivamente, Presidente Constitucional para los períodos 1910-1915; 1915-1922; 1922-1929, y 1929-1936. Para este último período fingió no aceptar y recomendó al Dr. Juan Bautista Pérez a quien el Congreso nombró inmediatamente. Pero en 1931 Gómez lo hizo renunciar y se encargó de la Presidencia hasta su muerte. Durante su gobierno se separó varias veces de la Presidencia; pero manteniendo el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. De agosto de 1913 a enero de 1914, encargó de la Presidencia al Dr. José Gil Fortoul; y en el período de 1915 a 1922, al Dr. Victoriano Márquez Bustillos.
En el gobierno de Gómez el nepotismo, la codicia y el enriquecimiento del dictador y de sus allegados, llegaron a extremos inauditos en la historia nacional. Hermanos, hijos y demás familiares ocuparon altos cargos en el gobierno. Gómez superó a los caudillos que le precedieron en eso de aprovechar el poder para enriquecimiento propio. Fue el más grande propietario territorial: sus hatos se extendían en centenares de miles de hectáreas y lo convirtieron en el principal proveedor de carne de todo el país; tenía más del 60% de todo el ganado de Venezuela; el juego fue legalizado y pasó a ser un monopolio de la familia Gómez; también monopolizó la navegación fluvial y costanera; la electricidad en varias ciudades; ingenios de azúcar, haciendas de café y cacao; pequeñas industrias de telas, jabones, cigarrillos, velas, vidrio, aceites, hoteles, etc. Cuando murió en 1935 sus bienes en el país y sus depósitos en bancos extranjeros alcanzaban varios centenares de millones de bolívares.
CARACTERISTICAS DEL GOBIERNO DE GOMEZ
Gómez continuó y terminó el proceso de liquidación de los caudillos iniciado en los días de Guzmán Blanco, y que Castro había conducido de manera exitosa con medidas eficaces en lo que respecta a modernización del ejército y dotación de equipo. Para ello Gómez se apoyó en un sólido poderío militar en comparación con las fuerzas de que podían disponer los caudillos. Completó la modernización del ejército emprendido por Castro. Desde 1911 fue reorganizada la escuela militar de Caracas, para la formación de militares de carrera que sustituyeron poco a poco a los viejos jefes improvisados de las revoluciones. Se trajeron instructores militares extranjeros y se mantuvo y mejoró la dotación conveniente de armamento moderno. En 1920 se creó la escuela de aviación militar de Maracay, se adquirieron aviones y se trajeron instructores franceses y alemanes para la misma. En 1926 se promulgó una ley de servicio militar obligatorio. Se introdujeron los primeros automóviles y se inició la llamada "'política de carreteras" del régimen mediante la construcción, de caminos de seis a siete metros de ancho, algunos de los cuales fueron luego pavimentados con macadam y posteriormente con asfalto. Las primeras de estas vías, fueron la carretera Caracas-La Guaira; la carretera trasandina de Caracas a la frontera con Colombia; y la carretera de Caracas a Soledad, en la costa del Orinoco; de Caracas a Maracay; de Maracay a Ocumare de la Costa, etc. Estas carreteras teñían por finalidad facilitar la movilización del ejército en el interior; pero contribuyeron poderosamente a la integración nacional y a liquidar el aislamiento de las regiones del país, cuya supervivencia había contribuido tanto al feudalismo político y a la proliferación de caudillos regionales.
LA OPOSICION A GOMEZ
La liquidación del caudillismo, la creación de un ejército nacional y la red de carreteras, que contribuyó, además, a eliminar los enclaves económicos tradicionales fueron medidas que sirvieron de base para una mayor concentración del poder político, fortalecieron notablemente al gobierno e hicieron imposible el estallido de "revoluciones" como las que fueron frecuentes hasta 1903. Los conatos revolucionarios que se produjeron fueron sofocados rápidamente por el gobierno. Durante el largo período de Gómez fueron liquidados los restos de los partidos tradicionales, conservadores y liberales, que habían motorizado las luchas políticas en el siglo XIX. Sin embargo, la modernización del ejército planteó a Gómez un nuevo tipo de oposición surgida en las filas de los oficiales egresados de la Escuela Militar, que en connivencia con intelectuales y estudiantes, empezaron a conspirar contra el Dictador. Con este nuevo tipo de oposición a la Dictadura, se cierra el capítulo de las "revoluciones" tradicionales y se inicia el ciclo de los golpes de estado dirigidos por militares.
La oposición de los estudiantes a la autocracia, que se había iniciado en la época de Guzmán Blanco, renació durante la dictadura gomecista y se manifestó en forma de protestas públicas. Como consecuencia de esta actividad política de los estudiantes, muchos jóvenes fueron desterrados y la Universidad Central permaneció cerrada por once años. En 1928 las protestas y los discursos libertarios pronunciados por algunos líderes estudiantiles, produjeron la detención y el encarcelamiento de más de doscientos estudiantes, "lo más granado de la juventud venezolana". Pero el encarcelamiento de los jóvenes, a su vez, desencadenó una ola de protestas de diversos sectores sociales y de huelgas espontáneas que se mantuvieron por varios días, al cabo de los cuales la Dictadura tuvo que ceder y dejó en libertad a los jóvenes universitarios detenidos en el Castillo de Puerto Cabello. Este movimiento del 28 se tiene como el primer movimiento de masas exitoso en la historia política del país. De sus cuadros dirigentes salieron los líderes que a la muerte de Gómez empezaron a organizar nuevas agrupaciones políticas doctrinarias, "enteramente diferentes, en su esencia y en sus procedimientos, de los viejos partidos".
LA EVOLUCION ECONOMICA DURANTE LA DICTADURA DE GOMEZ
La creciente prosperidad económica que se había iniciado con el gobierno de Castro, se continuó durante todo el período gomecista y contribuyó decisivamente al afianzamiento del gobierno. Al comienzo, este auge económico se debió a la agricultura y la cría; pero luego, a partir de 1914, intervino un factor nuevo, de tremenda repercusión en las transformaciones ulteriores del país, que fue el petróleo.
Los precios del café y el cacao, y el valor de las exportaciones de estos frutos, alcanzaron sus niveles más altos. Tales circunstancias externas coincidieron con el largo período de paz interna del gobierno gomecista. A partir de 1920, el incremento de la producción petrolera y los crecientes ingresos que proporcionaba al gobierno, produjo la dislocación de la economía tradicional. Comenzaron a descender las exportaciones de productos tradicionales y algunos de ellos desaparecieron del renglón de los productos exportados. Venezuela dejó de ser un país agropecuario y se transformó en un país esencialmente minero.
El petróleo pasó a ser el factor determinante en aquella prosperidad económica del período gomecista. Desde los comienzos del siglo XX el petróleo empezó a surgir como energía vital para el desarrollo industrial del mundo. Al romper con Castro, en 1908, Gómez afianzó sus vínculos con las empresas extranjeras. Comenzó por devolverle las
Concesiones a la New York & Bermúdez Company, empresa norteamericana que había sido embargada por el gobierno de Castro, y autorizada para explorar en el oriente del país en busca de hidrocarburos. A raíz del éxito de esta empresa, empezaron a llegar y a establecerse en el país otras compañías petroleras. En 1913 se iniciaron las exploraciones en el Occidente, en 1914 se descubrió el célebre pozo "Mene Grande", y en 1922 se produjo el reventón del pozo "Barrozo 2", que reveló la existencia de una inmensa reserva petrolífera. Las exportaciones de petróleo se iniciaron en 1916, por valor de 100.000 bolívares; pero ya en 1926 habían subido a más de 250.000.000 de bolívares, pasando el petróleo a ocupar el primer puesto en las exportaciones venezolanas que ha mantenido hasta hoy, y a una gran distancia de los productos tradicionales. El incremento de las exportaciones del petróleo ha traído consigo un aumento sin paralelo en los ingresos del gobierno.
GOMEZ Y LA ESTRUCTURA LATIFUNDISTA DEL PAIS
Gómez fue implacable y cruel frente a sus opositores políticos. Liquidó a los viejos caudillos y también los restos del liberalismo que bajo los diferentes grupos de "amarillos" y "azules" pretendían seguir orientando la política venezolana. Gómez pasó a ser el gran caudillo, cuyo poder no podía compartir con los viejos gamonales. Pero al mismo tiempo que liquidó a los caudillos como fuerza política, Gómez mantuvo el latifundio y se afirmó en un sólido apoyo de los terratenientes. El mismo pasó a ser el más grande terrateniente de nuestra historia; y junto con sus compadres y familiares se repartió casi toda la tierra laborable del país". La extensión de sus propiedades se medía en centenares de miles de hectáreas. "Su hato "La Rubiera" tenía más de 200.000 hectáreas. El de "La Candelaria" supera las 100.000. Entre el Cunaviche y el Capanaparo, se apropia de 400.000 hectáreas". Y la gran mayoría de esas tierras, acaparadas por el Dictador, se mantenían ociosas, como rasgo típido de aquella estructura latifundista.
"En doce Estados de la República era gran terrateniente el General Gómez, en cuyos dominios rurales se mantenían inútiles estupendas extensiones."
EstadoNº de fundosExtensión Ha.Ociosas Has.% de tierras ociosas
Táchira2745.4132.21240%
Miranda3067.6675.43970%
Guárico1572.2801.53968%
Carabobo1.56929.43722.75077%
Aragua2.63132.58827.54184%
Bolívar9731.80531.75099%
Estas cifras corresponden a los últimos años del período gomecista y sin un testimonio elocuente del grado de acaparamiento de las mejores tierras llevado a cabo por el Dictador. En general el monopolio de las tierras se acentuó durante el gobierno de Gómez, y su carácter latifundista se pone de manifiesto al considerar el impresionante porcentaje de tierras ociosas que mantenían los propietarios en todo el país.
GOMEZ Y EL CAPITAL IMPERIALISTA
Otro elemento importante que contribuyó al mantenimiento de la dictadura de Gómez, fue el apoyo que recibió del capital extranjero, en especial de las compañías petroleras, a quienes el Dictador otorgó "concesiones y más concesiones petrolíferas en un interminable carnaval en el que la nación venezolana era despojada sistemáticamente por los saqueadores extranjeros". A partir de 1909 grandes compañías Inglesas fueron las beneficiarias de esta política: Caribbean Petroleum, British Controlled Oilfields, Colon Development Co., Venezuelan Oil Concessions y otras. Pero al comenzar la primera guerra mundial les surgió un poderoso competidor que iba a desplazarlas en el favor del régimen y en el manejo de la industria petrolera. Grandes empresas imperialistas norteamericanas se hicieron presente y pasaron a ocupar posiciones dominantes en la explotación de nuestro petróleo. La Standard Oil (Creole) y la Gulf Oil Corporation (Mene Grande) controlaban ya en 1945 el 70% de la producción.
Para atender debidamente los requerimientos legales de la nueva situación, el gobierno de Gómez reformó el Código de Minas que era el estatuto por el cual se regía la materia petrolera, y en 1918 se promulgó una nueva Ley de Minas. Sin embargo, esta Ley de Minas contenía todas las disposiciones relativas a minas metalíferas y también a los hidrocarburos, debido a lo cual el año 1920 se dictaron para sustituirla, dos leyes: una que siguió llamándose Ley de Minas, para las minas, minerales y piedras preciosas; y la otra que se denominó Ley de Hidrocarburos, para el petróleo. Toda esta legislación petrolera del período gomecista, con las frecuentes modificaciones que se produjeron hasta 1935, estaba dirigida a garantizar las mayores ventajas y facilidades a los trusts petroleros. Se ha dicho que la ley petrolera de Gómez fue preparada por los abogados y los gerentes de las propias compañías.
Las petroleras comenzaron a tener, desde la época de Gómez, una desmedida influencia en la vida nacional. Por medio de sobornos, donaciones, subsidios, comisiones, sueldos complementarios y otros medios de corrupción administrativa, pudieron disponer a sus anchas de una numerosa clientela formada por familiares y allegados del Dictador, ministros, presidentes de estados, administradores de aduanas, jefes civiles y demás funcionarios, a través de los cuales burlaban descaradamente el cumplimiento de sus obligaciones legales.
Gozaron de un régimen de exoneración de impuestos de aduana para la libre importación de todo lo que necesitaran para el desarrollo de la industria. Al amparo de esta disposición traían cuanto les interesaba, desde alimentos, hasta juguetes para niños. El monto de tales exoneraciones llegó a ser de tal magnitud, que el propio Ministro de Fomento de la dictadura, el Dr. Gumersindo Torres, en 1930, planteaba la cuestión en los siguientes términos:
"...en Venezuela se han concedidos los más amplios favores a las compañías; los plazos más largos; los derechos más fijos y más amplios; el menor número de impuestos y los impuestos más reducidos que en ninguna legislación similar. Venezuela ha favorecido de modo excepcionalísimo a la industria con la exoneración de derechos de importación de maquinarías y útiles de la industria por toda la vida de la concesión...el monto de las exoneraciones asciende en diez años a la cantidad de Bs. 233.952.126,10. De la comparación de estos guarismos resulta el cálculo desconsolador de que habría sido preferible no cobrar impuesto alguno de explotación en cambio del pago de los derechos de aduana exonerados".
La clase obrera, que comenzó a formarse con la industria petrolera, quedó a merced de las compañías, sin legislación del trabajo y desasistida de toda protección social. Y víctima, además, de discriminación racial por parte de los patronos imperialistas.
"La discriminación racial fue traída a Venezuela por los empresarios petroleros. Los nativos no podían acercar a sus campamentos proconsulares. Grandes alambradas, guardadas por solícitos "guachimanes" indicaban la frontera de Venezuela con ese nuevo y poderoso país del Oro Negro. Situación que llegó hasta el límite de que ni siquiera las mujeres venezolanas casadas con norteamericanos, podían vivir en las residencias de los esposos."
A cambio de esta política de complacencias con las petroleras, Gómez contó desde el comienzo de su gobierno con el apoyo y la colaboración de las potencias extranjeras. Los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, para quienes el Presidente Cipriano Castro había constituido un verdadero dolor de cabeza por su actitud nacionalista, se apresuraron a prestarle a Gómez toda clase de ayuda para mantenerlo y fortalecerlo en el poder.
JUAN VICENTE GOMEZ
ENCARGADO DE LA PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA
A los venezolanos:
¡Compatriotas!
Ya sabéis que vine a desempeñar el Poder Ejecutivo Nacional, en virtud del título legal que invisto, sin ser empujado por ninguna ambición personal. La ley me llamó al puesto, y desde el primer momento me di a conciliar las aspiraciones populares con mis deberes públicos, procurando establecer un régimen de garantías en consonancia con nuestras instituciones. He querido y quiero para cada venezolano la efectividad de sus derechos, sin ser ésta aspiración concesión o merced sino únicamente la imposición de la ley.
Pero mis mejores intenciones y deseos han encontrado desgraciadamente, un inexplicable obstáculo en algunos pocos ciudadanos que llamándose íntimos amigos del ciudadano general Cipriano Castro, no sólo se han atravesado en el camino de mis deberes legales, sino que han bajado al antro de la conjuración y fraguado contra mi vida el plan diabólico que hice abortar en la mañana de ayer, enfrentándome a los mismos conjurados y reduciéndolos a prisión.
Al proceder así, conciudadanos, no sólo he defendido mi vida, sino algo que vale más que mi existencia personal, porque he procurado salvar el decoro y el prestigio de la magistratura que desempeño y que aspiro a convertir en manantial de bienes para todos los venezolanos.
Después de los sucesos que acabo de narrar, he constituido un nuevo Gabinete, en el cual juzgo representada la opinión pública de Venezuela. Con tales colaboradores pretendo dar a mi gobierno el carácter nacional que reviste, hacer efectivas las garantías constitucionales, practicar la libertad en el seno del orden, respetar la soberanía de los Estados, amparar las industrias contra odiosas confabulaciones, buscar una decorosa y pacífica solución para todas las contiendas internacionales, vivir vida de paz y de armonía y dejar que sólo la ley impere con su indiscutible soberanía.
¡Venezolanos!
Tales son mis propósitos y los fines que aspiro a desarrollar al frente del Gobierno; y como creo que ésta es la más solemne imposición del patriotismo, pido y reclamo a todos los círculos políticos su apoyo moral y material para que el acierto sea completo y universales los beneficios.
El régimen legal que impera nos da derechos y nos impone deberes: ejerzamos aquéllos con la moderación que reclama la austera democracia, y cumplamos éstos con inquebrantable resolución. Tengamos presente que las violencias que inspiran las pasiones desbordadas son el contrasentido de la civilización y que la mejor fórmula de la República es la que se encierra entre la modestia y el ardiente patriotismo.
Caracas, 20 de diciembre de 1908
J. V. Gómez.
OBITUARIO DE J.V. GOMEZ
Editorial del diario El Universal en su edición del día 18 de diciembre de 1935
Anoche, a las once y cuarenta y cinco, rindió la jornada de la vida en la ciudad de Maracay el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Magistrado Supremo de la República, después de una larga enfermedad, contra la cual resultaron infructuosos los cuidados de los familiares y amigos, y los esfuerzos de la ciencia, en medio de una dolorosa expectativa, que pesó gravemente sobre los ánimos, en toda la extensión de la República.
Hora de duelo para la Patria venezolana, que se pone de pie para dar la despedida al varón que se destacó con lineamientos inequívocos en la etapa de su actuación como el primero de sus hijos y como la alta y firme garantía de sus aspiraciones de orden, de paz y de trabajo.
No es esta la ocasión de exaltar una vez más la personalidad del General Juan Vicente Gómez, en este minuto infausto en que Venezuela no puede menos que valorar, en toda su magnitud, la obra patriótica por él realizada.
Un solo hecho de honda significación en el orden del espíritu bastaría para dar idea de la gloria de Juan Vicente Gómez y para asegurarse la gratitud de los venezolanos: el de destacarse como acreedor al título de Pacificador de la Patria, Fundador de la Paz, es decir, del basamento para el levantamiento de cualquier obra, ya material, ya espiritual.
La vida del varón benemérito que acaba de morir constituye un ejemplo y un legado de valor inapreciable. El mismo llego a pensar de sí que no era sino un instrumento de la Providencia, a pesar de que siempre tuvo la conciencia de su energía y del rumbo por el que la había orientado. De permanente acción fue su vida en las etapas heroicas; y en la trayectoria se compenetró con el país y sus hombres, y por ello les pudo señalar los derroteros a seguirse y, más tarde, pudo llevar a cabo su perdurable obra política y administrativa, conjunto de realizaciones de imponente amplitud. Y así aparece con caracteres indelebles, en la vida nacional, en su triple significación: Gómez luchador, Gómez orientador, Gómez constructor.
El Universal, que se asocia plenamente a este gran duelo de la República, presenta su expresión de condolencia a la honorable familia del Benemérito ciudadano desaparecido.

General Carlos Luis Castelli

(Sábado, 18 de Diciembre de 1790)
General Carlos Luis Castelli
Nació en San Sebastiano Po (Turín, Italia) el 18 de diciembre de 1790. Era hijo del médico Giovanni Castelli y de Rosalía Gofi. Durante su tierna edad formó parte de la Guardia Joven del emperador Napoleón Bonaparte
Ilustre prócer de la independencia, de origen italiano. Después de servir en la guardia joven del Emperador Napoleón I, a su caída (1815) pasó a América, con otros oficiales y en 1816 se unió al Libertador en Los Cayos de Haití. Con él estuvo en la ruta de Clarines en los triunfos de Barcelona y toma de las dos Guayanas (1817), apresando un bergantín y auxiliando en Guiria a los sitiados.
Pasó a las Antillas y en 1818 regresó a Angostura, esta vez en compañía del Batallón Británico. Como capitán de una compañía, fogueó reclutas en las misiones y en 1819 se halló con el General Páez en La Cruz, como también en Portuguesa, Apurito y Barinas. Ascendió en 1820 a teniente coronel y recibió la condecoración de la Estrella de los Libertadores. Dirigió fortificaciones en san Fernando y en 1821 formando parte del Batallón apure, fue de los gloriosos vencedores de Carabobo, pasando luego con fuerzas al sitio de puerto Cabello y a San Felipe como Jefe civil y Militar.
Con Carlos Núñez triunfó en Chaparé de Coro en 1822. sostuvo la ruta de Dabajuro y le fue hecho efectivo su grado de teniente coronel. En la Campaña de Maracaibo lo derrotó Morales en Zuleta, y en la ruta sufrida en Salina rica por Lino de clemente supo conservar su cuerpo. Pasó a Mérida de Gobernador, y en 1823, con sus fuerzas organizadas derrotó a Morales en Gibraltar (parte S. del Lago de Maracaibo).
Fue Jefe de la Barra hasta 1827, que sustituyó a Urdaneta en la intendencia del Zulia y luego Administrador de la aduana y Gobernador de coro. A consecuencia de los tristes sucesos de 1828, pasó a Bogotá en 1829 con O´Leary contra el desgraciado republicano Córdova. Ascendió a Coronel efectivo y en 1830 defendió la dictadura de Urdaneta pasando con fuerzas a Antioquia. Nombrado General de Brigada, fue perseguido por Ovando en 1831. Regresó a Venezuela en 1832 y obtuvo letras de retiro como Coronel. En 1841, pasó a Italia, su patria nativa, en asuntos de inmigración.
Fue nombrado para Cónsul del Reino de Cerdeña bajo el gobierno del Rey Carlos Alberto de Saboya (1844) con jurisdicción el territorio de Venezuela y defendió el cogobierno de José Tadeo Monagas en 1848. Ascendió a General de División en 1849, fue Secretario del Despacho de Guerra y Marina en 1851, cargo al que renunció en 1852. Después de ser Ministro Plenipotenciario en Bogotá, en 1855, fue de nuevo Secretario de guerra y Marina en 1856 y 1857. Y Jefe de Operaciones sobre los Valles de Aragua a principios de 1858.
Durante la guerra emancipadora había sido herido varias veces y continuó residenciado en caracas, donde murió en 1860. El gobierno de guzmán Blanco (período del Septenio), hizo trasladar sus restos al Panteón Nacional en 1876.

martes, 17 de diciembre de 2013

La Constituyente de 1946

(Martes, 17 de Diciembre de 1946)
A la caída de Medina Angarita se constituyó una Junta Revolucionaria de Gobierno que asumió el poder como gobierno provisional hasta el 15 de febrero de 1948. Formaron la Junta Revolucionaria cuatro dirigentes de Acción Democrática: el señor Rómulo Betancourt presidente, y los doctores Luis Beltrán Prieto Figueroa, Gonzalo Barrios y Raúl Leoni. Dos oficiales del Ejército: el Mayor Carlos Delgado Chalbaud y el Capitán Mario Vargas; y el doctor Edmundo Fernández, de filiación política independiente.                                
En el acta constitutiva la Junta Revolucionaria declaró su propósito de convocar inmediatamente a elecciones generales, mediante el sufragio directo, universal y secreto, para elegir una Asamblea Constituyente y escoger el futuro Presidente de la República. Declaró igualmente su intención de someter a juicio ante un Tribunal de Responsabilidad Civil y Administrativa, a los ex-presidentes Medina Angarita y López Contreras, que se encontraban detenidos, y a "los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde fines del pasado siglo".
LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE

Con el advenimiento de la Junta Revolucionaria de gobierno el país entró en un nuevo período de auge político. Se promulgó un Estatuto Electoral que consagró el voto directo, universal y secreto para todos los Venezolanos mayores de 18 años. De acuerdo con él se practicaron las elecciones generales de Representantes a la Asamblea Nacional Constituyente, el 27 de Octubre de 1946.
A estas primeras elecciones universales concurrieron cuatro partidos políticos: Acción Democrática, fortalecida por su participación en el Derrocamiento de Medina Angarita y ahora en el poder aliada de los militares; el Partido Comunista, que participaba por primera vez con su propio nombre, después de su legalización en 1944; y dos nuevos partidos: el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), y Unión Republicana Democrática (URD), constituidos después del 18 de octubre. Las elecciones para la Asamblea Constituyente fueron un abrumador triunfo para Acción Democrática, que obtuvo 137 Representantes de los 160 elegidos. Los otros 23 se distribuyeron así: Copei, 19; URD, 2 y el PCV, 2.
La Asamblea Nacional Constituyente se instaló el 17 de diciembre de 1946, bajo la Presidencia de Andrés Eloy Blanco y procedió a elaborar la Constitución Nacional que e promulgada, el 6 de julio de 1947. De acuerdo con ella se practicaron las elecciones para Presidente de la República y cuerpos deliberantes, el 17 de diciembre. Concurrieron tres candidatos presidenciales: Rómulo Gallegos, de Acción Democrática, resultó electo con 871.752 votos sobre un total de 1.183.764. El número de votantes fue menor que el de las elecciones a la Constituyente el año anterior. Los otros candidatos presidenciales: Rafael Caldera, de Copei obtuvo 262.204 votos; y Gustavo Machado, del PCV, 36.564 votos.
Para los cuerpos deliberantes los resultados fueron: AD: 838.526; Copei: 200.695; PCV: 43.190 y URD: 51.427. De acuerdo con estos resultados, el Congreso Nacional quedó constituido por 83 Diputados y 19 Senadores de Acción Democrática; 21 Diputados y 4 Senadores de Copei; 4 Diputados y 1 Senador de URD; y 3 Diputados y 1 Senador del Partido Comunista.
El período de la Junta Revolucionaria de Gobierno se caracterizó, además, por un ascenso del movimiento sindical. Durante este período se fundaron centenares de sindicatos y se creó la Confederación Venezolana de Trabajadores (CTV), que pasó a ser la principal central de los trabajadores venezolanos. A la cabeza del movimiento sindical estuvieron desde entonces los trabajadores petroleros, quienes en 1946 celebraron el primer contrato colectivo con las empresas petroleras.
Por último, durante el gobierno de la Junta Revolucionaria se descubrieron y sofocaron numerosos complots y conspiraciones de partidarios de Medina Angarita y López Contreras. En cuanto a la lucha política de los partidos legales, comenzaron a definir sus posiciones frente al gobierno revolucionario y al predominio que tenía en él Acción Democrática. Empezaba a agrietarse la unidad de militares y civiles protagonistas del 18 de octubre de 1945.

Muere Simón Bolívar

(Viernes, 17 de Diciembre de 1830)
El 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), dejó de existir el Genio de la Libertad, el más Grande Hombre de América. A la 1 en punto de la tarde, «murió el sol de Colombia», Simón Bolívar. Había recibido de manos del Cura de la aldea de Mamatoco los Santos Sacramentos. Después de haber dado libertad a tantos millones de suramericanos, Bolívar se halla en su último instante muy solo. Apenas le rodean Mariano Montilla, Fernando Bolívar, José Laurencio Silva, Portocarrero, el edecán Wilson, Ibarra, Cruz Paredes, José María Carreño...
El médico de cabecera Alejandro Próspero Reverend, viendo que llegaba el momento supremo los llamó y les dijo: «Señores, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo». Pero, indudablemente, Bolívar continúa vivo en el corazón de los pueblos, en la ideas que parecen escritas para nuestros días, en las acciones que son permanente ejemplo para todos aquellos que sienten de verdad lo que es una patria redimida. El Sol de Colombia sigue brillando.
Bolívar lo vivió. Destituido de todos sus cargos por la oligarquía grancolombiana —asesinado, antes, su noble amigo el mariscal Sucre que ganara en los Andes, en 1824, la última batalla de la Independencia y es necesario decir que nunca se supo quién le preparó la emboscada de la muerte—, fue abandonado, Bolívar, a su suerte. Camino de su destierro a Venezuela, sublevada ya ante su posible llegada porque iba precedido de la apelación de dictador, Bolívar no tuvo a su lado nada más que un grupo de amigos: contados con los dedos.
Enfermo, le curaba el médico francés Alejandro Prospero Reverend. Arribado a la ciudad costeña de Santa Marta, el Libertador no encontró techo de recepción nada más que en la casa de un español: Joaquín de Mier. Ya próximo a la muerte se refugió en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Esta mansión pertenecía, también, al mismo español. En San Pedro Alejandrino pronunció aquella invocación a la ironía: "Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los más insignes majaderos de este mundo".
AÑOS FINALES
Los últimos dos años de la vida de Bolívar están llenos de amargura y frustración. Hizo un balance de su obra, comprobando que lo más importante quedó sin hacer mientras lo hecho se desmoronaba. La independencia integral de América, el plan para llevar las tropas libertarias a Cuba, Puerto Rico y Argentina, que se aprestaba a una guerra contra el imperio brasileño, o a la España monárquica, si fuera necesario, quedaban como lejanas utopías imposibles de realizarse. La confederación grancolombiana, o la andina, o la anfictionía americana, todo eso que estuvo a punto de cumplirse, debía posponerse ante otro tipo de problemas inmediatos: fuerzas del Perú invadieron el Ecuador, y su expulsión le llevó casi todo 1829. El general José María Córdova, uno de sus más cercanos amigos, dirigió una revuelta y fue asesinado. El general Páez, desobediente y desleal, se le insubordinó también y declaró la separación de Venezuela. Se vio obligado a expulsar de Colombia a Santander, antes uno de sus mejores aliados. A comienzos de 1830, Bolívar regresó a Bogotá para instalar otra vez un Congreso Constituyente; ante esa soberanía, renunció irrevocablemente. Ahora sólo deseaba irse lejos de Colombia, a Jamaica o a Europa, aunque vaciló y pensó que bien valía la pena comenzar de nuevo, reuniendo a sus leales en la costa colombiana. Varios sectores del ejército se levantaron, esta vez en su favor, pero ya era tarde. Cada vez más enfermo, logró llegar a Cartagena a esperar el buque que lo alejaría de tanta ingratitud. Para su mayor desgracia, recibió en Cartagena la noticia de que Sucre, el más capaz de sus generales y tal vez el único que podía sustituirlo, había sido asesinado en Berruecos, a los 35 años de edad.
Contemporizando con la muerte que ya se anunciaba, aceptó la hospitalidad que le ofrecía el generoso español Joaquín de Mier, para llevarlo a su finca, un trapiche llamado San Pedro Alejandrino, en las proximidades de Santa Marta, a descansar. Tradicionalmente se ha dicho que Bolívar estaba tuberculoso, pero algunos médicos sostienen hoy día que una amibiasis le atacó el hígado y los pulmones. Dictó testamento el 10 de diciembre de 1830. Ese mismo día emitió su última proclama pidiendo, rogando por la unión. Siete días después, a la una de la tarde, como dijo el comunicado oficial, «murió el Sol de Colombia». Vivió 47 años, 4 meses y 23 días. Sepultado en la iglesia mayor de Santa Marta, allí quedó su corazón, en una urna, cuando los restos fueron llevados a Caracas doce años después.
Un recuento de su obra militar no encuentra similar en la historia de América. Participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37 campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto; recorrió a caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kilómetros, algo así como dos veces y media la vuelta al mundo por el Ecuador; escribió cerca de 10 mil cartas, según cálculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2939 publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su correspondencia está incluida en los 34 tomos de las Memorias del general Florencio O'Leary; escribió 189 proclamas, 21 mensajes, 14 manifiestos, 18 discursos y una breve biografía, la del general Sucre. Personalmente, o bajo su inspiración, se redactaron cuatro Constituciones, a saber: la Ley Fundamental del 17 de diciembre, creadora de Colombia (Angostura); la Constitución de Cúcuta (1821); el proyecto de Constitución para Bolivia (1825); y el decreto orgánico de la dictadura (1828). No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad política de Latinoamérica, la liberación de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina contra el imperio brasileño, la Confederación Andina (1825), la ayuda a la propia España para liberarse de los monarquistas (1826), en fin, el establecimiento de una sociedad utópica, donde se logre «la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política» (1819). En 20 años de intensa vida política, 7538 días de actividad revolucionaria, a partir de su misión diplomática a Londres (1810) y hasta su deceso en Santa Marta, casi no hubo día en que no redactara una carta o emitiera un decreto, o que recorriera 13 kilómetros diarios en promedio.
América ha reconocido a Bolívar como el paradigma y símbolo más querido de su identidad y soberanía. En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que las cenizas del Libertador fueran trasladadas con toda pompa de Santa Marta a Caracas y reposan hoy en el magnífico Panteón Nacional. En 1846 Colombia puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogotá. En 1858 Lima le erigió una estatua ecuestre, reconociéndolo como Libertador de la nación peruana.
En 1891 Santa Marta puso una estatua de mármol junto a la Quinta de San Pedro Alejandrino. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX se le levantaron monumentos en casi todas las ciudades importantes de América y en muchas de Europa. Se cumplió así la insuperable sentencia de Choquehuanca: «Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina».
INTEGRACION DE LA PERSONALIDAD DE SIMON BOLIVAR
Tres son esencialmente los cauces formativos de la personalidad cultural del Libertador: los maestros, los viajes y las lecturas.
Bolívar dice que fue educado como podía serlo un niño rico en la América bajo dominio hispano, nunca le faltaron instructores de calidad. Su madre y su abuelo buscaron para la enseñanza inicial al Pbro. José Antonio Negrete, a Guillermo Pelgrón, Fernando Vides y otros distinguidos preceptores; entre éstos también contóse Andrés Bellocomo maestro de literatura y geografía; igualmente recibió lecciones de matemática del ilustrado Padre Andújar, noble personalidad intelectual y humana, muy admirada por Humboldt; también fue discípulo del Licenciado Sanz. Fue don Simón Rodríguez, sin embargo, el más influyente maestro de Bolívar; a ningún otro en todo instante -y especialmente en los años de gloria y de altura- le reconoció tanto poder sobre su corazón; sólo de Rodríguez dijo: "cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio".
Don Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América, -su "maestro universal"- hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser terriblemente cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una "locura" singular.
La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos de su edad adulta; superados algunos roces de la infancia entre maestro y discípulo, roces que nunca más recordará El Libertador, la compenetración entre ambos es intensa y duradera. Por el carácter independiente y rebelde de Rodríguez se comprende que cale tan hondo en el espíritu del joven.
Además de los maestros señalados, cuya enseñanza se desenvolvía sin "método" y con irregularidades motivadas por circunstancias propias de un alma inquieta y mimada, hay que señalar como los únicos estudios sistemáticos realizados por Bolívar, los de matemática en la Academia de San Fernando de Madrid. En esta ciudad hizo además el estudio de las lenguas francesa e inglesa con profesores competentes, bajo la inspección de su representante el Marqués de Ustáriz.
Conviene subrayar que adelantándose al concepto de la educación integral, los responsables de la formación bolivariana no se preocuparon sólo por los conocimientos teóricos; El Libertador recibió desde niño lecciones de esgrima, equitación y baile.
Desde la antigüedad se ha apreciado el valor formativo de los viajes. Nada mejor para el logro de una genuina mentalidad comprensiva, de un, espíritu tolerante, de una visión perspectiva capaz de recibir la relatividad de las culturas, y por ende, de facilitar el progreso y desterrar el dogmatismo.
El propio Libertador asigna a los viajes una importancia fundamental en su carrera; el 10 de mayo de 1828 decía: "es de creer que en Caracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera tomado aquella experiencia ni hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me ha servido en todo el curso de mi carrera política".
Tres viajes realizó Bolívar a Europa con motivos diversos, pero tácitamente con un solo fin: construcción de su personalidad, búsqueda y acumulación de experiencias, elaboración de un destino. El primer viaje, siendo niño, es de estudios y culmina con su matrimonio. Pasa por México y Cuba, se sitúa en España y conoce Francia. Tiene oportunidad de presenciar la coronación de Napoleón y de sentir desprecio por primera vez, por la actividad que responde única y ciegamente a la ambición de poder. El segundo viaje lleva por propósito la distracción de la viudez temprana, dura tres años en los cuales disipa una cuantiosa fortuna material, culmina en el Monte Sacro y en el Juramento definitivo: es el viaje de aprendizaje con Rodríguez. Visita España, Inglaterra, Francia, Portugal, Italia y parte de Austria y Alemania; a su regreso desembarca en los Estados Unidos. La visión de los diversos pueblos europeos, colectividades con tradición que arranca de remotos tiempos, lo hará ser más comprensivo con su pueblo. En Europa logrará un más exacto sentido de las proporciones que no puede alcanzar en su patria, hallará una más vieja y alta tribuna para asomarse al espectáculo del devenir universal. Europa lo incita a la reflexión. Con satisfacción maravillada advierte que los problemas de América desde allá se miran con más claridad. Bolívar se descubre a si mismo en Europa, se aprecia mejor, se autocritica con mayor justicia; en este viaje eligió su signo y cimentó la evidencia de que no iba equivocado. Bolívar calibra en este viaje la diferencia entre Europa y América: un continente con entidad espiritual lograda en más de dos mil años; y otro, con el problema de culturas desiguales que no logran fundirse, con tres siglos apenas de historia conocida, en trance de indagación de su propia alma.
En el tercer viaje a Europa, va de diplomático a la Gran Bretaña, como intérprete de una de las primeras embajadas venezolanas. Bolívar tiene ocasión de gustar calmadamente la vida inglesa, este viaje es también, por eso, fundamental; sentirá siempre una admiración extraordinaria por el pueblo inglés, en el cual halla mucho de lo que falta en América y que él se empeña en fundar: estabilidad, respeto, dignidad, sensatez, sentido práctico, le produce la más viva impresión; quiere para América ese grupo sencillo de virtudes británicas: realización efectiva de la libertad y democracia en un clima sin violencias; tradición amorosamente cultivada como elemento vertebrador de la personalidad colectiva a través de las épocas. Esta justa apreciación de la calidad de la sociedad británica es la razón que lleva a Bolívar a recomendar cuantas veces puede una alianza de América con el estilo de vida de Inglaterra.
No sólo a Europa se dirigió la inquietud bolivariana; después, en plena contienda emancipadora, y por imperativos y necesidades de la misma, recorre a pie, a caballo, en flecheras, bergantines, goletas, etc., la mayor porción del continente americano. Desde Boston a Plata, los puntos más septentrionales y meridionales del itinerario bolivariano, prácticamente nada le es desconocido; tuvo la vivencia exacta de la patria americana; Bolívar la vivió y la sintió íntegramente, y siempre estuvo donde fue necesaria su presencia. Quienes en nuestro tiempo viajan por vía aérea sobre los altos picos y profundas hondonadas de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, más o menos paralelamente al Pacifico, se asombran de la dimensión material del esfuerzo bolivariano.
Desde su adolescencia Bolívar tuvo el hábito de la lectura; el suyo fue un proceso continuo de vigorización y renovación de su personalidad intelectual. Es imposible construir una lista exhaustiva de los autores leídos por Bolívar, pero remitiéndonos nuevamente a la información contenida en sus escritos, debemos indicar a grandes rasgos que conocía los clásicos de la antigüedad, griegos y romanos: Homero, Polibio, Plutarco, César, Virgilio; todos los géneros. Clásicos modernos de España, Francia, Italia e Inglaterra. Igualmente de los más diversos sectores intelectuales: desde filósofos y políticos como Hobbes, hasta poetas como Tasso y Camoens, pasando por naturalista como Buffon, astrónomos como Lalande, economistas como Adam Smith. En sus cartas pueden hallarse muchos nombres regados con espontaneidad: los enciclopedistas y planificador Revolución Francesa, conocidos y estudiados a fondo y cuya influencia en el credo bolivariano es fácil de señalar: Montesquieu sobre todos. Rousseau, D'Alambert, Condillac, Voltaire. Además Cervantes, Locke, Helvetius, Ossian, Goguet, Llorente, Napoleón, Rollin, Berthot, De Pradt, Filangieri, Mahon, La Fontaine, Constant, Madame Staël, Grotius, Humboldt, Ramsay, Beaujour, Mably, Dumeril, Delius, Montholon, Arrien, Sismondi, etc.
En parte de sus libros, que regala a Tomás C. Mosquera en 1828, se encuentran los más diversos títulos. Claro índice de que su cultura no era unilateral es, además de los autores citados, la siguiente diversidad de títulos, idiomas y materias de su biblioteca: Epoques de I'Histoire de Prusse; Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán; Description Générale de la Chine; Dictionnaire Géographique; Voyage to the South Atlantic; Gramática Italiana; Diccionario de la Academia; New Dictionary Spanish and English; Encyclopédie des enfants, Life of Washington; Dictionnaire des Hommes Célébres, Life of Scipio; Mémoires du Général Rapp; Medias Anatas y Lanzas del Perú; Cours Politique et Diplomatique de Bonaparte, Espíritu del derecho; Influences des Gouvernements; Congreso de Viena; Viajes de Anacarsis; Fétes el courtisanes de la Gréce; Code of laws of the Republic of Colombia.
Fue la suya una pasión de cultura que no conoció término; en todos y cada uno de los maestros del saber universal quiso aprender siquiera una idea que sirviera a la perfección de la obra de su vida: la creación de su América, su programa revolucionario.
Profesores había tenido hasta entonces; maestros, no. El maestro por antonomasia de Bolívar es Don Simón Rodríguez.
Antes de Rodríguez, los profesores habían tratado, sin gran éxito, como advertimos por la primera carta que de él conocemos, la carta al tío Pedro, de inculcarle conocimientos: el capuchino Andújar, de primeras letras, de religión, de moral, de gramática española; Andrés Bello, sólo dos años mayor que Bolívar, de aritmética, geografía y cosmografía; Guillermo Pelgrón, de latín. También tuvo otro profesor de nombre Vides. Ninguno dejó huella en él.
Algunos de estos profesores lo fueron simultáneamente. Todos contribuyeron, junto con la desaplicación del discípulo, para que éste aborreciese la sabiduría y a los sabios. Por lo menos a los sabios de la Colonia. Enseñanza baldía; profesores inútiles.
La casualidad pone en manos de Simón Rodríguez, pedagogo per sé y fanático de Juan Jacobo Rousseau, a un niño sano, rico, de alcurnia, inteligente, sin familia, sin padres siquiera a quienes rendir estrecha cuenta de aquella infancia. En suma, encuentra el Emilio ideal. Y Simón Rodríguez inicia la educación que aconseja Rousseau en su Emilio.
Bolívar es el primer hombre moderno, quizás el único, que haya sido educado para hombre libre. Para hombre libre, según Rousseau. Así como a los príncipes los educan para Reyes, a Bolívar lo educan para vivir libremente. El exageró un poco y se convirtió en Libertador.
Rodríguez le hizo cerrar los libros de texto y le abrió el gran libro de la naturaleza. Le enseña antes que nada a ser fuerte de alma y de cuerpo convivir con la naturaleza, sin ser víctima de ella. Le enseña a dar grandes caminatas a cabalgar días enteros, a nadar, a saltar. En los estanques, ríos y lagunas del campo nativo nada como un tritón horas y horas. Le transmite oralmente cuanto el discípulo puede asimilar. Y le obliga a leer a los grandes autores clásicos como Plutarco y a los modernos como Rousseau. A eso se limita.
Tenía el hábito de la lectura, que conservó toda su vida. Según Mancini, al salir de Venezuela había tomado para la travesía del Atlántico, a Plutarco, Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Más de veinte años después, en 1828, Voltaire era su preferido, según Perú de Lacroix: "Después de almorzar -dice éste en el Diario de Bucaramanga- S.E. fue a ponerse en su hamaca y me llamó para que oyese el modo con que traduce los versos franceses en castellano; tomó la Guerra de los Dioses y la leyó como si fuera una obra escrita en español; lo hizo con facilidad, con prontitud y elocuencia; más de una hora quedé en oírlo y confieso que lo hice con gusto y que muy raras veces tuvo necesidad S.E. pedirme de traducirle algunas voces. En la comida volvió S.E. en hacer el elogio de la obra del Caballero de Parni; pasó después a elogiar las de Voltaire, que es su autor favorito; criticó luego algunos escritores ingleses, particularmente a Walter Scott, y concluyó diciendo que la Nueva Eloísa de Juan Jacobo Rousseau no le gustaba, por lo pesado de la obra y que sólo el estilo es admirable; que en Voltaire, se encuentra todo: estilo, grandes y profundos pensamientos, filosofía, crítica fina y diversión".
El propio Libertador dejó referencias de los autores que estudió y una de ellas parece referirse a la época de su vida en París. Sus expresiones en este caso -carta a Santander, fecha 20 de mayo de 1825- tienen desusada violencia, a causa de sentirse herido por un "godo, servil, embustero" que le atribuía escasos conocimientos: "Mi madre y mis tutores -dice- hicieron cuanto era posible para que yo aprendiese: me buscaron maestros de primer orden en mi país. Robinson, que Ud. conoce, fue mi maestro de primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso Bello; se puso una academia de matemáticas sólo para mí por el padre Andújar, que estimó mucho el barón de Humboldt. Después me mandaron a Europa a continuar mis matemáticas en la Academia de San Fernando; y aprendía los idiomas extranjeros con maestros selectos de Madrid; todo bajo la dirección del sabio marqués de Ustáriz, en cuya casa vivía. Todavía muy niño, quizá sin poder aprender, se me dieron lecciones de esgrima, de baile y de equitación. Ciertamente que no aprendí ni la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. de Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, D'Alembert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas, y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses".
"Con todo, las obras de los autores franceses modernos, y los filósofos de esa nación, forman lo más consistente de su acervo cultural, o por lo menos lo que más ampliamente se refleja en sus escritos. Los nombres de Montesquieu, de Rosseau, de Voltaire -en especial, los dos primeros- son frecuentemente mencionados, y sus ideas aducidas, sea para apoyarlas o para combatirlas. Se tiene la impresión -pero no es, hasta ahora, sino eso- de que las obras de Montesquieu hablan principalmente a la inteligencia de Bolívar, en tanto que las de Rousseau hallan sobre todo eco en su sensibilidad. Junto a ellos, el conde Volney, cuya dedicatoria en la edición castellana cita Bolívar textualmente en su Discurso de Angostura y de quien vuelve a acordarse en el Cuzco, en 1825. También el abate Raynal, Marmontel, la baronesa de Staël, Carnot el Convencional, Benjamín Constant, el poeta Casimir Delavigne, el Abate De Pradt, el Obispo Gregoire, el conde Guibert, La Condamine, el Abate Carlos de Saint Pierre, Sieyés. Y, junto a ellos, Racine y Corneille, Boileau, La Fontaine y Descartes, para no repetir los nombres que el propio Bolívar da en su carta de Arequipa".
O'Leary también nos menciona los filósofos estudiados por El Libertador; y no puede haber duda de que se refiere a la época del segundo viaje de Bolívar a Europa, cuando dice: "Helvecio, Holbach, Hume, entre otros, fueron los autores cuyo estudio aconsejó Rodríguez". Y agrega: "Admiraba Bolívar la austera independencia de Hobbes, a pesar de las marcadas tendencias monárquicas de sus escritos; pero le cautivaron más las opiniones especulativas de Spinoza, y en ellas, tal vez, debemos buscar el origen de algunas de sus propias ideas políticas". La seguridad con que lanza estos juicios el cuidadoso edecán de El Libertador, nos hace meditar. ¿Será lícito suponer que Bolívar comentó a menudo con él los autores que cita? Sabemos que El Libertador le encargó a Chile, en 1823, obras de Voltaire, Locke, Robertson y otros escritores.
Al 1legar a París, él y Fernando Toro se encontraron con varios jóvenes hispanoamericanos, entre los cuales estaban los ecuatorianos Carlos Montúfar y Vicente Rocafuerte. Montúfar era hijo del Marqués de Selva Alegre, que sería en 1809 Presidente de la Junta Revolucionaria establecida en Quito, la primera en Suramérica; y él mismo dio su vida en la lucha por la independencia. Rocafuerte no tomó parte activa en la emancipación, y por eso se sentía en una "falsa posición" frente a sus antiguos compañeros, y fue enemigo de El Libertador durante los últimos años de la Gran Colombia.
Entre estos extranjeros en la flor de la edad, así agrupados en la ciudad encantadora, se estableció rápidamente amable e íntima camaradería. En la cual participaba -sorprendente hallazgo- don Simón Rodríguez, el recordado maestro de Caracas. No olvidemos que Rodríguez apenas había rebasado los treinta años, y por eso fue, en gran parte, sólo un compañero más en aquel grupo. En 1826 le escribía a Bolívar: "No sé si usted se acuerda que estando en París, siempre tenía yo la culpa de cuanto sucedía a Toro, Montúfar, a usted y a todos sus amigos", palabras que sugieren las amistosas riñas que a cada momento surgirían entre aquellos jóvenes y el travieso pero respetado pedagogo.
La vocación de Bolívar era el ejercicio de las armas. En enero de 1797 ingresó como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del cual había sido Coronel años atrás su propio padre. No tenía aún 14 años cumplidos. En julio del año siguiente, cuando fue ascendido a Subteniente, se anotaba en su hoja de servicios: Valor conocido, aplicación: sobresaliente. El adiestramiento práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con el aprendizaje teórico de materias consideradas entonces la base de la formación castrense: las matemáticas, el dibujo topográfico, la física, etc., que aprendió en la Academia establecida en la propia casa de Bolívar por el sabio Capuchino Fray Francisco de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual asistían también varios amigos de Simón.
A comienzos de 1799 viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Ustáriz, se entregó con pasión al estudio. Recibió allí la educación propia de un gentilhombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, de literatura clásica y moderna, y de matemáticas, inició el estudio del francés, y aprendió también la esgrima y el bailé, haciendo en todo rápidos progresos. La frecuentación de tertulias y salones pulió su espíritu, enriqueció su idioma, y le dio mayor aplomo.
RASGOS FISICOS
Y ahora sí, próximo a la plenitud, aunque sólo tenía veintitrés años, y enriquecido por conocimientos y observaciones sobre los cuales había aprendido a reflexionar, podemos comenzar a buscar en él al futuro Libertador. Tal como se presentó en Caracas le convenía ya, con las salvedades imprescindibles, el retrato que muchos años después le hizo su edecán O'Leary: "Bolívar -escribe- tenía la frente alta, pero no muy ancha, y surcada de arrugas desde temprana edad, indicio de pensador; pobladas y bien formadas cejas; los ojos negros, vivos y penetrantes; la nariz larga y perfecta: tuvo en ella un pequeño lobanillo que le preocupó mucho, hasta que desapareció en 1820 dejando una señal casi imperceptible; los pómulos salientes; las mejillas hundidas, desde que lo conocí en 1818; la boca fea y los labios algo gruesos. La distancia de la nariz a la boca era notable. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; cuidábalos con esmero. Las orejas grandes pero bien puestas. El pelo negro, fino y crespo lo llevaba largo en los años 1818 a 1821, en que empezó a encanecer. Y desde entonces lo usó corto. Las patillas y bigotes rubios; se los afeitó por primera vez en el Potosí, en 1825. Su estatura era de cinco pies seis pulgadas inglesas. Tenía el pecho angosto; el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Las manos y los pies pequeños y bien formados que cualquier mujer habría envidiado. Su aspecto, cuando estaba de buen humor, era apacible, pero terrible cuando irritado: el cambio era increíble.
"Hablaba mucho y bien; poseía el raro don de la conversación y gustaba de referir anécdotas de su vida pasada. Su estilo era florido y correcto; sus discursos y sus escritos están llenos de imágenes atrevidas y originales. Sus proclamas son modelos de la elocuencia militar. En sus despachos lucen, a la par de la galanura del estilo, la claridad y la precisión. En sus órdenes, que comunicaba a sus tenientes, no olvidaba ni los detalles más triviales, todo lo calculaba, todo lo preveía".
"Tenía el don de la persuasión, y sabía inspirar confianza a los demás. A esas cualidades se deben, en gran parte, los asombrosos triunfos que obtuvo en circunstancias tan difíciles, que otro hombre sin esas dotes y sin su temple de alma se habría desalentado. Genio creador por excelencia, sacaba recursos de la nada".
"Gran conocedor de los hombres y del corazón humano, comprendía a primera vista para qué podía servir cada cual; muy rara vez se equivocó. Hablaba y escribía francés correctamente, e italiano con bastante perfección; de inglés sabía poco, aunque lo suficiente para entender lo que leía. Conocía a fondo los clásicos griegos y latinos, que había estudiado, y los leía siempre con gusto en las buenas traducciones francesas".
Así lo verían, a su regreso, en Caracas. Ahora sí era verdad que "nadie lo reconocería", según la expresión hiperbólico que usan en Venezuela, sobre todo los ancianos, para indicar los cambios experimentados por un joven.
PERSONALIDAD
Nota sobresaliente en la faceta intelectual de El Libertador es la objetividad, o sea, la característica mental que permite reconocer y apreciar los hechos -independientemente de la simpatía o antipatía que puedan inspirar- en su tamaño propio y dentro de estructuras totales.
La objetividad en Bolívar se expresa en dos direcciones. Una individual, que denominaremos autocrítica, concretada en el exacto conocimiento de sí mismo. Y otra referida hacia los demás, y que llamaremos ecuanimidad.
En el político es fundamental conocerse. Es rara esta cualidad; lo corriente es que el individuo ignore sus posibilidades, que se supervalore o se subestime, que tenga entrabada su personalidad por una de esas embarazosas armaduras psíquicas que son los complejos. En el prepórtico de su vida pública, Bolívar escribió: "Es siempre útil el conocerse, y saber lo que se puede esperar de sí". Con claridad entendió cuál era su empresa, y no se equivocó en cuanto a su temperamento y sus aptitudes. Dice que no está hecho para la función sedentaria y que detesta la administración. Sabe que los peligros lo tonifican; siente que su ánimo se estimula ante la adversidad. No pide reposo material para pensar mejor; sabia abstraerse, aislarse en medio de humanos torbellinos y concentrarse en la meditación de sus ideas. "Hay hombres -decía- que necesitan estar solos y bien retirados de todo ruido para poder pensar y meditar; yo pensaba, reflexionaba y meditaba en medio de la sociedad, de los placeres, del ruido y de las balas. Sí, me hallaba solo en medio de mucha gente, porque me hallaba con mis ideas y sin distracción".
En cuanto a su personalidad mental -en sentido estricto- la apreciación más exacta, comprobable por quienquiera que analice su obra, es la que de manera condensada él mismo formula así en 1825: "No soy difuso.... soy precipitado, descuidado e impaciente..., multiplico las ideas en muy pocas palabras".
Un testimonio fidedigno, aparte de los escritos a disposición del más severo examen, el de Luis Peru de Lacroix en 1828, confirmará la concisión bolivariana. Peru de Lacroix lo vio y observó muy de cerca: "En todas las acciones de El Libertador y en su conversación se ve siempre, como he dicho, una extrema viveza: sus preguntas son cortas y concisas; le gustan contestaciones iguales, y cuando alguno sale de la cuestión, le dice, con una especie de impaciencia, que no es lo que ha preguntado: nada difuso le gusta".
Su precipitación la había observado desde su niñez; en la primera carta que de él se conserva dice que se le "ocurren todas las especies de un golpe". Esa precipitación le impedirá ser más afortunado y certero en la planificación de ciertas instituciones. Es igualmente fácil comprobar lo que afirma sobre su descuido e impaciencia.
Merece consideración particular su aserto autocrático de que multiplica las ideas en muy pocas palabras. El mérito de Bolívar, implícito en su peculiar don de síntesis, es el de su riqueza conceptual e ideológica. Podrían citarse muchas expresiones suyas, líneas breves con una potencia de enseñanza insospechada a simple vista. Por esta característica, su pensamiento ha sido objeto de las más diversas interpretaciones; algo parecido a lo que, salvando la distancia, ocurre con versículos bíblicos. Todos los traficantes políticos, los gestores de todos los partidos americanos han buscado en palabras de Bolívar, banderas para sus parcialidades; ello no lo asombra: "Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates". Medítese la frase: el texto de sus disparates, y se comprenderá por qué ha sido difícil para el lector ordinario, acostumbrado a las informaciones indirectas, el conocimiento verídico de las ideas de Bolívar. En la mayor parte de los casos, el lector común, nuestro hombre medio, precisamente aquél para quien forjó El Libertador su doctrina, se halla perplejo al no poder separar la propaganda de la verdad. Son muy escasos los intérpretes objetivos y globales del pensamiento bolivariano; todavía se persiguen en la obra de El Libertador expresiones sueltas para pretender justificar indignidades o cubrir miserias. A Bolívar no puede comprendérsele si el estudioso no posee al par que una mentalidad científicamente capaz, comprensiva y avisada, una gran escrupulosidad ética. Aún abundan esos que hábilmente silencian la voz acusadora de Bolívar, para dar resonancia a la parte que parece servirles en sus aventuras; pero si esta traición al pensamiento bolivariano, en cuanto a un inteligente escamoteo de sus palabras, es absolutamente perniciosa, más lo es aún la interpretación desagajada de su unidad original. Son solidariamente culpables del pésimo conocimiento que se tiene de Bolívar, todos sus intérpretes fragmentarios. Su obra no es para leerse y comprenderse por cuotas, ni para asimilarse en frases aisladas. El estudio honesto, y naturalmente el estudio científico -con la ética propia de la investigación auténtica- ha de penetrar en la unidad, ha de reconstruir previamente el panorama; en este sentido el método indicado es buscar la estructura, entender en conjunto y asimilar de manera global. Tal es la fórmula para un acercamiento válido a su obra; y no se crea que ésta es una recomendación más o menos influída por los métodos científicos en boga; es pauta del propio Libertador, quien precisamente refiriéndose al Discurso de Angostura -su más densa expresión política- da al futuro la técnica interpretativa por intermedio de su amigo Don Guillermo White: "Tenga Ud. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino al todo de él".
Múltiples testimonios de un espíritu ecuánime, de una mentalidad objetiva capacitada para mirar la verdad sin apasionamiento, hallamos repetidas veces en su obra. Su ecuanimidad no se empaña ni se desmiente, ni siquiera cuando se trata de hechos que le atañen por referirse a su familia. Tampoco cuando se trata de sus amigos; los conoce bien, y sabe dónde pueden dar el mejor rendimiento.
Sus aciertos en la apreciación de méritos son notables, el cariño no logra desviarlo; así dice llanamente a Santander en 1823: "los intendentes de Bogotá y Caracas son eminentemente malos, con ser los mejores del mundo y mis mejores amigos". Esta virtud mental posee mucho interés para la estimación de su labor intelectual; ya no habrá sorpresa cuando se diga que El Libertador era un observador de mirada precisa, capacitado para formular una crítica imparcial. Esta cualidad especialmente ha de tener fecunda proyección en su opinión política, sociológica e histórica.
Era además un hombre de mirada aguda; no pasaba tan inadvertidamente por encima de las cosas mínimas, como ordinariamente se cree. Está siempre atento a su circunstancia con ojos que abarcan a los grandes hechos y a los pequeños: en Guayaquil nota prontamente que se casan muy tempranos los muchachos; desde Lima subraya que "en Caracas era moda pensar todos mal contra el gobierno". Y véase igualmente el caso del joven Michelena a quien destituye en Lima; la conducta de Bolívar responde en este caso a un cuidadoso proceso de observación.
Su don observador unido a su ecuanimidad llévalo a un conocimiento exacto de sus hombres; ya anotamos que conocía las aptitudes de éstos.
Estudiaba la personalidad psíquica de sus amigos, y aplicaba a cada uno el tratamiento adecuado; en este sentido es un psicólogo espontáneo, sus cartas más cuidadosas y políticas son para Santander, sus cartas más plenas de nobleza y afecto son para Sucre.
Por último en la fisonomía intelectual de Bolívar señalaremos su tendencia discreta al humorismo, la facilidad para captar -hasta en momentos serios- la nota risueña. Asimismo llamamos la atención sobre su forma tan espontánea de mezclar expresiones populares en sus cartas; Bolívar repetía frases del vulgo, conocía sus refranes y los aplicaba con tino
Cualidades morales de Bolívar son la nobleza de espíritu y la constancia. La nobleza espiritual ya supone una serie de virtudes, supone sobre todo una buena capacidad de desprecio; Bolívar sabía despreciar, sorprende que en sus cartas no se ocupe, con la debida insistencia, de sus enemigos; trabajo cuesta indagar en su correspondencia los nombres de sus adversarios.
La constancia es el denominador común de la empresa de Bolívar; jamás cede él en su propósito, su voluntad "no desmaya y aún se fortifica con la adversidad", por eso la consigna de Pativilca ha llegado a simbolizar su carácter. "El valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna", dijo en su primer memorial político. Es efectivo el afán que jamás se doblega.
Su carácter práctico y dinámico, encaminado directamente hacia sus objetivos, explica una de sus críticas básicas a los hombres de la Primera República, quienes, a juicio de Bolívar, se equivocaron al pensar que sus principios saldrían victoriosos y serían respetarlos por su sola verdad y bondad intrínsecas. El triunfo de una doctrina es obra de tenacidad y de lucha, su bondad es aliciente y estímulo para que sus propugnadores no la abandonen.
La vida entera de Bolívar fue fiel a la idea de la necesidad de la acción permanente; reconocía en todo instante la creadora proyección de la energía, sin ella "no resplandece nunca el mérito, y sin fuerza no hay virtud, y sin valor no hay gloria". En la historia halla asideros, recuerda que más le valió a Cicerón un rasgo de valentía que todos los prodigios de su genio. Si se investiga el perfil de su deber, se comprende por qué existe en Bolívar junto a un carácter generoso un hombre riguroso e inexorable, terrible cuando las circunstancias son terribles. Su actividad utiliza los elementos propios de la disciplina y de la fuerza cuando ha menester; no sólo fusila desertores y traidores y encarcela delincuentes y deudores del Estado, sino que su justicia toca hasta sus allegados. En hora crítica, obligado a restar una ventaja a sus antagonistas, decreto la guerra a muerte; después vendrá el momento de celebrar el tratado regularizador de la contienda; y el mismo firmante de la proclama de Trujillo señalará más adelante a sus soldados "la obligación rigurosa de ser más piadosos que valientes".
El Libertador tenía noción de su propia personalidad, y sabía los linderos y la dimensión de su esfuerzo. Conoció la magnitud de su obra; era llano y sencillo. En las páginas de Peru de Lacroix, quien lo retrata con ojos de intimidad, se advierte la personalidad de Bolívar constituida por rasgos sobrios y severos, fáciles en todo momento de ser reconocidos y observados sin misterio.
La figura moral de Simón Bolívar se refleja en todas su expresiones. El investigador científico no encuentra inconsecuencias en los escritos de Bolívar, porque no las hubo. Don Vicente Lecuna, sabio en materia bolivariana, recogió en forma que obliga la gratitud del mundo, la obra escrita de El Libertador. La honestidad y competencia del eminente compilador es garantía suficiente de que no ha habido lagunas convencionales, ni ocultamientos, ni tergiversaciones, ni cortes ni enmendaturas. Las fuentes, siempre claras, están indicadas en todas las publicaciones hechas por Lecuna, con absoluta precisión.
Mas no es necesario buscar en los libros la dimensión moral de Bolívar, más que en palabras ella consta en hechos, está en la vida de quien pudo decir: "¡Para qué necesitaré yo de Colombia! ¡Hasta sus ruinas han de aumentar mi gloria! Serán los colombianos los que pasarán a la posteridad cubiertos de ignominia, pero no yo. Ninguna pasión me ciega en esta parte, y si para algo sirviera la pasión en juicios de esta naturaleza, sería para dar testimonios irrefragables de pureza y desprendimiento. Mi único amor siempre ha sido el de la patria; mi única ambición, su libertad".