sábado, 20 de julio de 2013

La terrible Emigración a Oriente. La caída de una República bajo la violencia realista.

El año 1814 es particularmente trágico en
la historia de Venezuela, no sólo por la
cantidad de batallas que tuvieron lugar en
los campos, sino por los feroces ataques
que estremecieron ciudades y pueblos.
Las bajas no se dieron sólo dentro del ejército,
el desastre fue general. Ese año despertaron los
oprimidos, los esclavos, los mestizos, los zambos y
todos quienes se sentían sometidos por el poder de
los mantuanos.
Incitados, agrupados y liderados por el asturiano
José Tomás Boves, los nuevos soldados insurrectos
lucharon curiosamente con el apoyo de la corona
española contra el ejército patriota. Fue bajo esta
circunstancia que sucumbió la Segunda República.
Al ejército de 7000 hombres que logró armar
este caudillo español arraigado en los llanos se le
solía llamar la “Legión Infernal”. La ola de rumores
sobre sus matanzas y saqueos, que circulaban
desde principios de 1814, principalmente publicados
en la Gaceta de Caracas, el periódico vocero
en ese momento del partido realista, aterrorizó a
la población caraqueña ante la eventual llegada de
Boves, y se organizó la evacuación de la ciudad
hacia el Levante. Para la época, la población de la
capital no alcanzaba los treinta mil habitantes; veinte
mil de ellos emprendieron el desesperado éxodo
que se conoce en la historia como la Emigración
a Oriente.
Los bienes y las riquezas que tomaban por la
fuerza los alzados en las grandes haciendas y en las
ciudades constituía sin duda un poderoso estimulo
para alistarse en el ejército de Boves. La principal
fuente de recursos era precisamente los saqueos,
el botín del triunfo era repartido entre las tropas,
evidencia de ello son los relatos de testigos que
cuentan cómo los hombres del asturiano vestían las
ropas de sus victimas, tomaban armas y pertrechos,
incluyendo licores, y montaban sus caballos.
Aun cuando la sublevación de los humildes
contra los terratenientes y poderosos pudiera verse
legitimada por cierto discurso igualitario, la furia y la
violencia con que se dio ensombrece toda causa
justa. Boves saciaba a través de la furia popular su
peculiar sed de venganza.
Juan Uslar Pietri lo describe en su libro Historia
de la Rebelión Popular de 1814 con las siguientes
palabras: “Boves es el primer autócrata que tiene el
mando absoluto de Venezuela. Es el primer ‘César’
de nuestra larga historia caudillesca. Todos tiemblan
en su presencia y hace y deshace con el poder de
la misma manera que luego habrían de repetir Páez,
Monagas, Guzmán Blanco, Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez”.

El asturiano
Boves era un hombre blanco, de ojos azules y
cabello rubio, nacido treinta y dos años antes de
aquel año fatídico en Asturias, España, donde a
temprana edad se graduó de piloto en la marina
mercante, para luego dedicarse a la piratería naval
entre las Antillas y Venezuela. Fue durante ocho
años prisionero por este delito en Puerto Cabello, y
después desterrado a Calabozo, donde montó una
pulpería (una bodega) y traficó con ganado. Allí se
relacionó con los esclavos negros y los llaneros, con
quienes simpatizaba.
Cuando comenzó la guerra de Independencia
en 1811 se alistó en las filas patriotas, pero por
su condición social se le negó la oportunidad de
ser comandante de caballería. Se cambió al bando
del ejército realista donde, en corto tiempo, logró el
rango de capitán. Por su manera de ser, informal,
arrojado y carismático, logró convocar bajo su
mando tanto a esclavos, capataces, peones de los
hatos y pulperos, como a asesinos y presidiarios, en
quienes cultivó el odio hacia los blancos ricos.
Para comprender las razones que motivaron
a Boves para “prometer a la escoria del pueblo
las fortunas de las clases altas”, según relata
Manuel Palacio Fajardo, en su libro Bosquejo de
la Revolución en la América Española, publicado
en Londres en 1817, es preciso tomar en cuenta
la situación de discriminación que existía a
comienzos del siglo XIX. La segregación no sólo
era de raza sino de condición social, como revela,
por ejemplo, el trato de exclusión hacia aquellos
españoles blancos que llegaron para trabajar en
el comercio.

La toma de Valencia
Tras una serie de derrotas sufridas por Bolívar
y los patriotas, especialmente en la batalla de
La Puerta el 15 de junio de 1814, los habitantes
de Valencia y Caracas perdieron todas las
esperanzas sembradas después de la Campaña
Admirable y la restauración de la República,
y comenzaron a percibir la sombra acechante de
la muerte.
Controlados los valles de Aragua, Boves sitió
Valencia durante veinte días y engañó al jefe de la
plaza, Juan Escalona, quien aceptó un tratado de
rendición. Acuerdo que luego el asturiano no cumplió
y muchos fueron pasados por las armas.
Buscando congraciarse con los vencedores,
el valenciano Miguel Malpica recibió a Boves
en su casa con todos los honores, donde acudieron
en busca de clemencia miembros de las familias
más renombradas de la ciudad. Se celebró una
ceremonia dantesca: las mujeres inconsolables por
sus muertos fueron obligadas a bailar el “piquirico”,
mientras Boves continuaba ordenando asesinatos.
Los testimonios de quienes sobrevivieron acerca de
lo acontecido en Valencia relatan no sólo saqueos,
sino casas quemadas, templos violados y robados,
cadáveres de hombres y mu-jeres por doquier.
En la capital, Simón Bolívar se preparaba desesperadamente
para la resistencia, pero en vista
del desorden que se había apoderado de la ciudad
y de las amenazas de insurrección de negros y
pardos, decidió la evacuación de la ciudad el 6 de
julio de 1814. Tres días después Boves recibía una
comunicación enviada por el Arzobispo de Caracas
Narciso Coll y Prat, informándole que la capital se
entregaba sin condiciones a los realistas.

La venganza
La Junta Gubernamental provisional compuesta
por el Arzobispo, el Marqués de Casa-León y Don
Rafael Escorihuela, y escogida para representar
al Rey durante la llegada del ejército de Boves
a Caracas, decidió enviar una comisión con tres
representantes para recibir a la columna de vanguardia
comandada por el mulato Machado, temido
por su fama de sanguinario. Entre los comisionados
iba el Conde de La Granja, quien había sido el
dueño y patrón de Machado. Este, al reconocer a
su antiguo amo lo ejecutó en el acto.
Aunque los realistas ya habían tomado Caracas,
apenas el 16 de julio arribó Boves y fue recibido
por la Junta Gubernamental y el Clero con una
cordial acogida, que incluyó la celebración de un
Te Deum en agradecimiento por el triunfo de las
armas españolas. Quizás debido a este recibimiento
Esin resistencia, Boves y sus tropas se comportaron
con cierto recato en Caracas. No hubo grandes
matanzas y los saqueos no fueron mayores porque
además los patriotas, en su fuga, vaciaron las pulperías
de provisiones y las pertenencias del Gobierno,
así como toda la platería confiscada a las iglesias,
fueron anticipadamente despachadas a Barcelona.
Oficialmente, Boves era sólo Comandante General
de Barlovento y Gobernador e Intendente de
las Provincias de Cumaná y Barcelona. Sin embargo,
el terror que imponía su fama y su presencia le permitieron
obtener el rango de Comandante General
del Ejército Español. Bajo estas facultades temporales,
el caudillo organizó a su antojo la ciudad: creó
un tribunal de apelaciones contra las decisiones
del Gobernador, nombró un nuevo Gobernador, un
Intendente. Todos esos actos fueron vistos como
una franca insubordinación contra el Rey de España.
En sus atribuidas funciones Boves llevó a cabo una
política de revancha social, colocando en los mejores
cargos a pardos, negros y zambos. Juan Uslar
Pietri escribe al respecto: “Caracas se inclinaba
ante aquellos que hasta ayer no fueron más que
sus esclavos”.

La fuga
El horror fue un pesado equipaje que cargaron
las veinte mil almas durante los veinte días que
les tomó llegar a Barcelona, con Bolívar encabezando
la procesión. Sólo sobrevivieron nueve
mil; los más débiles se rendían ante el tortuoso
camino recorrido a pie, ante la intemperie, ante
la sed y el hambre, ante las bestias salvajes
o ante los ataques de guerrillas rezagadas.
Mujeres, niños y ancianos, escoltados por 1200
soldados, cuyo mando confió el Libertador a
Soublette, tuvieron que atravesar bajo intensas
lluvias tropicales montañas, selvas y sabanas.
El general José Trinidad Morán escribió en
sus Memorias: "Veinte mil almas de ambos
sexos y de todas edades seguían nuestros
pasos. Casi toda la emigración iba a pie ycomo el camino de la montaña de Capaya hacia
Barcelona es lo más fragoso, consternaba ver a
las señoras y niñas distinguidas, acostumbradas
a las suavidades de la vida civilizada, marchar
con el lodo a las rodillas sacando fuerzas de la
flaqueza, para salvar su honor y su vida, amenazados
por la horda de facinerosos que acaudillaba
Boves. Nuestras tropas les proporcionaban
para aliviarlas cuanto estaba en nuestras manos,
pero no fue posible hacerlo con todas en una
emigración tan numerosa, y muchas perecieron
de hambre y de cansancio, ahogadas en los
ríos o devoradas por las fieras que abundan en
aquellos bosques".
Muchas familias caraqueñas se encontraban
en aquella travesía infernal. Cuando llegaron
a La Pica, un grupo decidió continuar por “el
camino de afuera” pasando por Cúpira a Sabana
de Uchire, y de allí a Clarines por Guanape. Un
segundo grupo, que decidió realizar la travesía
por “el camino de la costa”, fue atacado en
la orilla del mar por barcos españoles que los
cañonearon matando a gran parte de ellos.
Pero ni siquiera la esperanza de conseguir
la salvación al arribo sirvió, pues las fuerzas de
Boves, comandadas por el teniente Francisco
Tomás Morales, les esperaron en Barcelona. El
18 de agosto Morales derrotó al ejército patriota
en Aragua de Barcelona. Tras el fracaso, Bolívar
se dirigió a Cumaná, y allí un consejo de oficiales
encabezado por José Félix Ribas lo desconoció
como jefe de las fuerzas republicanas. El 8 de
septiembre, Bolívar y Mariño fueron expulsados
a Cartagena en la Nueva Granada, quedando
Ribas como jefe absoluto.
A pesar de todo, el general Ribas logró reunir
4000 hombres para atacar a Boves en Urica, el
5 de diciembre de aquel tormentoso año 1814,
lugar donde el ejército patriota salió destrozado.
Boves ganó la batalla pero murió alcanzado
por una lanza patriota. El general José Félix
Ribas fue capturado días después en el Puerto
de Aragua y decapitado. Su cabeza frita en
aceite pendió durante dos años en la plaza
mayor de Caracas.
Muchos historiadores coinciden en marcar
el fin de la Segunda República con la muerte
de Boves. El caudillo asturiano de los zambos
no tuvo sucesor, aunque vinieran otros militares
de España a enfrentar la gesta independentista.
Quienes luego lideraron a los llaneros venezolanos
fueron Páez, Monagas, Cedeño y Anzoátegui,
pero esta vez los temibles lanceros de los llanos
pelearon por la libertad de la patria. Sobre el
fallecimiento de Boves escribiría el Libertador:
"La muerte de Boves es un gran mal para los
españoles, porque difícilmente se encontrarán
en otro las cualidades de aquel jefe"

No hay comentarios.:

Publicar un comentario